dijous, 10 d’octubre del 2013

Calvino, Italo - El barón rampante



Us heu imaginat com seria passar la vida dalt d'un arbre? Si l'única norma infranquejable que regís el vostre destí fos la prohibició de tocar el terra i l'obligació de viure per sobre les branques?. Aquestes son les premisses que guien la vida del nostre protagonista, el baró Cosimo Piovasco di Rondò, quan a l'edat de 12 anys decideix pujar als arbres a viure com a rebel·lió enfront de l'univers que l'envolta: una mare autoritària, un pare nostàlgic d'èpoques pretèrites i amb ínfules de grandesa, una germana tronada i un germà petit (potser el que més seny demostra al llarg de la narració). I el millor es que decideix no baixar-ne mai més… el que sembla una "rebequeria" d'un infant acaba convertint-se en el fil narratiu d'aquesta novel·la. Aconseguirà viure tota una vida sobre dels arbres? Com s'ho farà per no tocar de peus a terra durant tants anys? No farem cap "spoiler" literari i no us donaré la resposta a aquests interrogants.


No sé si l'autor va llegir "Walden o la vida als boscos" de H.D. Thoreau, però "El Barón Rampante" D'Italo Calvino (autor italià nascut a la Cuba de començaments de segle XX) m'ha recordat molt a la vivència i el somni d'autosuficiencia que Thoreau descriu gràficament al seu llibre autobiogràfic (tot i que la soledat en que viu el protagonista de Walden res té a veure amb la que desenvolupa Cosimo).


Si teniu cap amic ecologista és una gran recomanació, si coneixeu algú a qui va agradar el conte de Jean Gionno "L'home que plantava arbres" també gaudirà amb aquesta novel·la. Escrita en un llenguatge ric, amb bones descripcions tant físiques com psicològiques dels personatges i sense una durada excessiva és un llibre ideal per descansar de lectures més feixugues sense haver de renunciar a la literatura. Com a curiositat no em puc estar de dir que el català és present a la novel·la amb alguna que altra referència.


El fragment:

[...]Estaba allí, en el prado, más bella que nunca, y la frialdad que endurecía apenas sus rasgos y el altivo porte de su figura habría bastado con muy poco para disolverlos y volverla a tener entre los brazos... Podía decir algo, Cosimo, cualquier cosa para ir hacia ella, podía decirle: "dime lo que quieres que haga, estoy dispuesto...", y habría sido de nuevo la felicidad para él, la felicidad juntos, sin sombras. Pero dijo:
 - No puede haber amor si uno no es uno mismo con todas sus fuerzas.
 Viola tuvo un gesto de contrariedad que era también un gesto de cansancio. Y sin embargo aún habría podido comprenderlo, como en realidad lo comprendía, más aún, tenia en la punta de la lengua las palabras para decirle: "Tú eres como yo te quiero..." y subir de inmediato con él... Se mordió un labio. Dijo: 
 - Pues entonces sé tú mismo solo.
 "Pero entonces ser yo mismo ya no tiene sentido", eso es lo que quería decir Cosimo. Y en cambio dijo:
 - Si prefieres a esos dos gusanos...
 - ¡No te permito despreciar a mis amigos! - gritó ella, y no obstante pensaba: " A mí me importas sólo tú, y sólo por ti hago todo lo que hago".
 - Sólo yo puedo ser despreciado.
 - ¡Tu modo de pensar!
 - Soy una sola cosa con él.
 - Entonces adiós. Parto esta misma noche. No me volverás a ver. [...]


[…] "Cosimo se dedicó también a componer ciertos textos, como El canto del Mirlo, El Picamadero que llama, Los Diálogos de los Búhos, y a distribuirlos públicamente. Más aún, precisamente en este periodo de demencia aprendió el arte de imprimir y empezó a publicar una especie de libelos o gacetas (entre ellos La Gaceta de las Garzas), unificados luego bajo el título El Monitor de los Bípedos. Se había llevado a un nogal un banco de carpintero, un bastidor, un tórculo, una caja de caracteres, una damajuana de tinta, y se pasaba los días componiendo sus páginas y sacando copias. A veces entre el bastidor y el papel caían arañas, mariposas, y su huella quedaba impresa en la página; a veces un lirón saltaba sobre una hoja fresca de tinta y lo emborronaba todo con la cola; a veces las ardillas cogían una letra del alfabeto y se la llevaban a su madriguera creyendo que era comestible, como ocurrió con la letra Q, que por su forma redonda y pedunculada tomaron por una fruta, y Cosimo tuvo que empezar ciertos artículos Cuien y Cuiencuiera." [...]
 



Calvino, Italo. El barón rampante. Madrid: Diario El País, 2002. ISBN 84-89669-49-X.